lunes, octubre 06, 2008

KALEJ, Chapter One

A story of one of the chracters in this game

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Dante Margoilles no ha sido un buen tipo en el mejor sentido de la frase. De hecho la descripción que susurran a sus espaldas, la de “terrible hijo de puta” es mucho más fiel a la verdad. Pero claro está, nadie se anima a decírselo en la cara si quiere seguir haciendo sus necesidades por los orificios que determinó la naturaleza.

Margollies es un traficante de blancas, un proveedor de sexo barato y lágrimas caras, las derramadas por las muchachas que tiene esclavizadas en su burdel. Todas ellas recuerdan mejores tiempos, quizás no felices pero sin duda más tranquilos, apacibles días en las afueras de la Civilización.

Días que terminaron cuando apareció ese hombre alto y de sonrisa encantadora, el tipo de sonrisa donde todos los dientes brillan tanto que te pueden dejar ciego. Sonrisa que las engañó con promesas de una gran vida en la Civilización, ese mundo tan misterioso como llamativo para ellas. Mundo que solo terminó siendo una pesadilla de perversiones y abusos.

La mayoría de las muchachas aceptaron el destino que sentían que se buscaron y se sumieron a los deseos de Margollies y su asquerosa clientela (buscavidas, cazadores y traficantes, todos con los suficientes civiles para simular algo de cariño por unas horas).

Pero un día en particular, apareció una muchacha diferente, una joven de mirada oscura y penetrante, la mirada que puede contener tanto odio como pasión. Esta joven desobedecía su destino y planeaba constantes intentos de fuga. No importa que tan bien Margollies sobornara a la milicia o cuantos latigazos o demás castigos le influyera, el ímpetu de la joven no se quebraba sino que parecía reforzarse cada vez más.

Al final la mujer amenazaba convertirse en una inspiración más que en una advertencia para las demás cautivas y Margollies debió tomar medidas drásticas. Esa noche la joven desapareció para no volver. Las demás mujeres se pasaron la noche llorando a la luz de una vela que se consumía como sus esperanzas.

Los años pasaron y aunque la mirada penetrante de aquella joven seguía grabada en sus recuerdos, Margollies calmaba su consciencia con el dinero que amasaba. Y la paz que no lograba darle el dinero la conseguía en el alcohol.

Así fue como una noche, ya pasado en copas, se retiró dando tumbos a su habitación. Una suave brisa entraba por la ventana junto con el ruido de una banda de motociclistas corriendo por la calle. Justo antes de escuchar el traqueteo de un revolver a sus espaldas, Margollies se dio cuenta que no había dejado la ventana abierta.

Los atentados contra su vida eran para Margollies moneda tan corriente como los civiles, así que su mano se dirigió presurosa al bolsillo interior de su chaqueta.

-Ah, ah, yo que vos no haría eso. Estás demasiado borracho y estoy apuntando justo a tu cabeza – dijo una voz suave pero firme a sus espaldas.

Mientras el frío acero se apoyaba en su nuca, una mano se deslizó hacia el bolsillo de Margollies y sacó la pequeña pistola con la que solía resolver todos los problemas en los que el dinero no era suficiente.

-Espero que te des cuenta del error que estas cometiendo. En el cuarto de al lad...

-¿Tus guardaespaldas? –lo interrumpió la voz.

Ahora Margollies se pudo dar vuelta para ver a su atacante. Una figura alta y oscura, envuelta en un desgastado abrigo de cuero que delataba varios viajes fuera de la civilización, todo terminado en un sombrero igual de polvoriento.

-Ya me encargue de ellos – dijo la figura al tiempo que levantaba la mirada.

Margollies tembló del miedo, no por la cara rígida y curtida ni por el afilado diente que se clavaba en un resquebrajado labio.

Lo que dejó a Margollies paralizado de terror es que este sujeto tenía la misma mirada de fuego que aquella joven rebelde de años atrás.

-¿Qué te pasa, Margollies? ¿Te recuerdo a alguien? Por favor, toma asiento que tenemos una larga platica por delante.

A pesar del aspecto casi salvaje del hombre, hablaba con educación y modales aceptables. Se sentó en una pequeña silla que casi se quiebra ante el peso.

-¿Qué quieres de mi? ¿Dinero? No creo que seas un simple ladrón -dijo Margollies intentando recuperar su compostura de hombres de negocios cruel y desalmado.

-Oh, no, el dinero no tiene nada que ver con esto, aunque si llegué acá siguiendo una misión.

-Ah, sos un cazador. Déjame adivinar, ¿te manda algún competidor, no?

-No, mi misión es mucho más altruista, me pidieron que te visite los padres de Nicole Nigger.

-Ahh, ya entiendo… los Nigger quieren recuperar a su pequeña joya – sonrió Margollies; a pesar de lo amenazante que le parecía el desconocido, ahora se sentía más cómodo en su terreno, la compra y venta -Raro que unos miserables campesinos tuvieran dinero para costear los servicios de un cazador. Pero te aseguro que lo que te hayan pagado lo puedo duplicar. ¿Qué estoy diciendo? ¡Triplicar!

-Ya te dije que esto no es cuestión de dinero.

-¡Entonces toma a la muchacha y lárgate, no entiendo porque te arriesgas siguiendo acá!

-Lo voy a hacer; pero antes hay algo tuyo que quiero. Un pequeño libro de cuero.

-No sé de que estas…

-No juegues conmigo, Margollies, tengo las cartas ganadoras. Fui educado especialmente para tratar con un gusano como vos.

El extraño se levantó y con una velocidad increíble saltó hacia Margollies y lo agarró con fuerza de la garganta. Esté empezó a hacer arcadas por el estrangulamiento.

-De hecho... –le dijó el extraño, quemándolo con la ardiente mirada –...fui entrenado para tratar justo con vos.

-Argh, grgrg… tu madre… -trató de decir Margollies, lo que hizo que el extraño estallara en un ataque de furia y lo lanzara contra la pared.

-Nunca, ¡nunca la menciones, maldito!

El cazador hundió las manos contra su propio cuerpo y respiró con profundidad. Parecía que estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no destrozar al traficante.

-Bien –continuó el cazador levantando a Margollies y empujándolo hacia la cama –Ahora que tengo tu atención, ¿me podes dar lo que te pedí?

-Supongo que te referís a mi libro de contabilidad.

-Exacto, ese registro que llevas de toda tu clientela. Pero no te preocupes, no lo voy a usar para chantajear políticos y personas influyentes como seguro esperabas hacerlo. Solo busco una persona en especial.

-¿A quién? A mi padre… o padres, mejor dicho, ya que vendiste el cuerpo de mi madre a cinco hombres. Te aseguró que los recordó a todos hasta el final de sus días, pero nunca supo sus nombres.

-Tu madre… la recuerdo…

-Seguro que si.

El cazador se sentó al lado de Margollies y le apuntó a la cara.

-¿El libro, si no te es mucha molestia?

Margollies se levantó lentamente y corriendo un cuadro de la pared, una caja fuerte embutida en la pared se reveló.

-Que escondite típico –bromeó el cazador.

-Hasta hoy había sido efectivo.

De repente Margollies recordó que en el fondo de la caja había un arma… quizás si lograba mantener al cazador hablando el tiempo suficiente, pudiera alcanzarla.

-Esta atrás de todo… perdón que lo mencione de vuelta, pero hasta el día de hoy pensé que tu madre había…

-¿Muerto? ¿Asesinada por un sucio mercenario al que le pagaste para que la lleve fuera de la civilización y se ocupe de ella? Si, ¿eso te hubiera facilitado las cosas en este momento, no? Pero mi madre siempre fue una mujer resistente, eso lo sabes bien…

El cazador hizo una pausa, como quién se hunde en un mar de recuerdos. Margollies sintió el mango del arma en la punta de sus dedos pero ahora sentía verdadera curiosidad.

-Cuando fui lo bastante grande, me contó que, estando prisionera, en cuanto supo que estaba embarazada eligió intentar escapar y morir antes que permitir que su hijo naciera en la esclavitud. Al fin lo logró, atacando de sorpresa al mercenario que contrataste. Fue la única vez en su vida que mató a alguien pero entendió que era lo necesario para moverse en este mundo lleno de odio. Usó los pocos años que le quedaban en entrenarme para que jamás fuera víctima de los mismos engaños que ella. Y ahora que descansa en paz, yo emprendo mi propio camino.

-Ah, entonces estas acá para vengarte. Por eso no puedo comprarte –susurró Margollies mientras agarraba el arma.

-No, yo vine por este cuaderno para saber quienes fueron los bastardos que abusaron de mi madre. A ellos si los voy a matar por venganza. A vos… me pidieron los Nigger que lo haga.

-Pensé que no te importaba el dinero en este caso –dijo Margollies mientras se daba vuelta apuntando.

El extraño dio un disparo directo en su frente. El cuerpo de Margollies cayó lentamente al piso, como intentando desde el más allá aferrarse a la idea de que seguía vivo.

El cazador se inclinó frente al cadáver.

-En realidad les dije que lo haría gratis.

Tomó el libro de cuero de la caja fuerte junto con algunos civiles que Margollies ya no iba a precisar y salió de la habitación.